ISBN-13: 9783846567616 / Hiszpański / Miękka / 2011 / 244 str.
Muchas peliculas e innumerables novelas inspiradas en el Medievo tienden a retratar a las gentes de entonces de forma oscura. La violencia y la sinrazon parecen imperar en unos siglos, los medievales, que ya en el Renacimiento se tacharon de ominosos para la Humanidad. No obstante, el Medievo fue mucho mas que sinrazon y violencia. Las personas de entonces, como hoy en dia, ansiaban vivir en paz, anhelaban unas condiciones de vida pacificas que, sin embargo, por sus circunstancias, eran dificiles de establecer (por el hambre, por las disputas nobiliarias, por la ausencia de un Estado de derecho, por los abusos de la justicia). La paz era un deseo comunitario e individual, algo por lo que comprometerse a nivel colectivo, y los poderes que controlaban Europa lo sabian. Los discursos sobre la paz estaban en la pluma de eruditos y de servidores de los reyes, de teologos y de juristas. Todos ansiaban la tranquilidad, el sosiego, la calma, el orden, en definitiva, lo que la paz acarrearia, pero a menudo fue imposible establecerla, y la culpa no solo fue de los desafueros, del delito y de los crimenes. La manipulacion ideologica tambien seria un obstaculo.
Muchas películas e innumerables novelas inspiradas en el Medievo tienden a retratar a las gentes de entonces de forma oscura. La violencia y la sinrazón parecen imperar en unos siglos, los medievales, que ya en el Renacimiento se tacharon de ominosos para la Humanidad. No obstante, el Medievo fue mucho más que sinrazón y violencia. Las personas de entonces, como hoy en día, ansiaban vivir en paz, anhelaban unas condiciones de vida pacíficas que, sin embargo, por sus circunstancias, eran difíciles de establecer (por el hambre, por las disputas nobiliarias, por la ausencia de un Estado de derecho, por los abusos de la justicia). La paz era un deseo comunitario e individual, algo por lo que comprometerse a nivel colectivo, y los poderes que controlaban Europa lo sabían. Los discursos sobre la paz estaban en la pluma de eruditos y de servidores de los reyes, de teólogos y de juristas. Todos ansiaban la tranquilidad, el sosiego, la calma, el orden, en definitiva, lo que la paz acarrearía, pero a menudo fue imposible establecerla, y la culpa no sólo fue de los desafueros, del delito y de los crímenes. La manipulación ideológica también sería un obstáculo.