ISBN-13: 9781482714593 / Hiszpański / Miękka / 2013 / 88 str.
Al leer Arrayan de Julio Cesar Goyes que reune sus libros El eco y la mirada (2001) y El quinde y los geranios (2013), nos queda la certidumbre de que la ninez es el unico territorio donde todavia vuela el colibri. En el primero de sus poemarios el transito se inicia en un patio de arrayanes con cuyes, donde una infancia expectante festeja la tierra natal del autor (Ipiales), para luego emprender el descubrimiento de una interiorizada Europa poblada de signos y evocaciones, mientras la indagadora escritura no renuncia a ser deseo y origen, y arrastra en el torrente el linaje de sus palabras de sol y sus silencios de luna. Luego, en El quinde y los geranios, la ultima de sus creaciones poeticas, el lector es invitado a vigilar el perturbador caliz del poema, con el magico proposito de cautivar a un misterioso dios errante, a un ser que conoce los secretos de la levedad y la muerte, vistoso senor del reino de la sorpresa, arcoiris fugitivo que reparte en su viaje la ventura y la fatalidad, que irrumpe y desaparece como si conociese los arcanos de lo invisible: el tucsito, tominejo, Q'inti o colibri; ingrima ave que las culturas andinas distinguen como una deidad diminuta y gracil, cuyo poder no debe ser subestimado pues con su vertiginosa sabiduria vence al despota condor encegueciendolo como lo describe una leyenda Inca. Y este pajaro del sueno, que simboliza la libertad -segun su mitologia se suicida al estar en cautiverio-, para Goyes es epifania: mitad carne tremula, mitad relampago, y aunque ya ha sido poetizado en las mas diversas literaturas, es fundamental afirmar que el evasivo diosito recobra aqui su luminiscencia gracias a la tierna y lucida aproximacion del autor, que con una percepcion afinada durante sus anos iniciaticos, logra que el sigiloso ser conformado de palabras descienda y ascienda entre pezones ardientes, bebiendo en la flor de nuestra memoria, dibujando con su misterioso vuelo el simbolo del infinito, y sembrando en nuestro interior el dulce deseo de que siempre a nuestra ventana llegue un suave mensaje, casi susurro, procaz picoteo en el silencio. Gonzalo Marquez Cristo